Tiburón Gatopardo
- Parque Patagonia Azul
- 1 abr
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Actualizado: hace 8 horas
El tiburón gatopardo - Notorynchus cepedianus - es una especie de tiburón perteneciente a la familia Hexanchidae. Consume desde peces, crustáceos hasta delfines y lobos marinos. Esto hace que sea un predador tope y regule el equilibrio ecológico en el océano.
Características y distribución
El tiburón gatopardo es una de las especies más llamativas del Mar Argentino. Puede alcanzar los 3 metros de largo y pesar más de 100 kilogramos, especialmente en el caso de las hembras. Su cuerpo presenta una combinación de manchas blancas, grises y negras, lo que le da su nombre común de ¨gatopardo¨. Los machos son de menor tamaño, llegando a medir alrededor de 2,20 metros y pesar hasta 50 kilogramos.
Una de las particularidades que distingue a esta especie es su pertenencia al orden Hexanchiformes, uno de los más primitivos entre los tiburones actuales. Este grupo, que incluye solo seis especies en todo el mundo, se caracteriza por tener seis o siete aberturas branquiales (cuando la mayoría de los tiburones tiene cinco) y una única aleta dorsal, ubicada en una posición más retrasada.

El tiburón gatopardo es una especie ovovivípara, lo que significa que los embriones se desarrollan dentro de huevos en el cuerpo de la madre, y nacen vivos. Las hembras pueden tener entre 50 y 110 ovocitos (huevos fecundados), y el peso total del animal puede variar significativamente según su estado reproductivo. De hecho, una hembra embarazada puede pesar entre 20 y 30 kilogramos más que una que no lo está.
En cuanto a su distribución, este tiburón habita mares templados de todo el mundo, excepto el Atlántico norte y el Océano Índico. En el Atlántico sur, se lo encuentra desde el sur de Brasil y Uruguay (donde es poco frecuente) hasta el extremo sur de Argentina. Prefiere zonas costeras y ambientes interiores como bahías, estuarios y rías, aunque también puede encontrarse en profundidades de hasta 600 metros.
Si bien aún se conoce poco sobre sus movimientos, las hembras parecen tener un comportamiento más costero y se agrupan en lugares y épocas determinadas para parir, alimentarse o aparearse. Dada la variabilidad estacional en su presencia en diferentes puntos del litoral argentino, se cree que realiza grandes migraciones a lo largo del año, con patrones específicos según el sexo y la etapa de vida: hembras grávidas, juveniles, neonatos, machos adultos y hembras en reposo.
Algunos lugares de la costa como San Clemente del Tuyú, Bahía San Blas y Pehuen-Có han sido señalados por pescadores y científicos como posibles zonas de parición y cría, ya que durante el verano y el otoño se han capturado allí neonatos y juveniles. En cambio, las hembras grávidas raramente son capturadas en estas áreas, lo que sugiere que podrían evitar las redes de pesca o que dejan de alimentarse en esa etapa para concentrarse en la reproducción.
Hábitos y ecología
El tiburón gatopardo es un depredador tope en los mares templados donde habita, lo que significa que se encuentra en la cima de la cadena alimentaria. De hecho, por su rol ecológico y su capacidad de caza, se lo ha comparado con especies emblemáticas como el gran tiburón blanco.
Su dieta es amplia y variada, e incluye peces óseos, peces cartilaginosos (como rayas y otros tiburones) y mamíferos marinos. Estudios científicos han demostrado que, a medida que estos tiburones crecen, aumenta su consumo de presas grandes y de mayor valor energético, como los elasmobranquios (grupo que incluye a tiburones y rayas) y los mamíferos marinos.
Análisis de contenido estomacal han revelado que estos últimos pueden representar cerca del 20% de su dieta, siendo los otáridos —es decir, los lobos marinos— las presas más frecuentes. También se han registrado casos de depredación sobre fócidos, como el elefante marino del sur, y delfines.
Esta capacidad para cazar una gran variedad de especies posiciona al tiburón gatopardo como un regulador clave del ecosistema marino.
Estado de conservación y amenazas
El tiburón gatopardo está clasificado como especie vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En los últimos años, pescadores con amplia experiencia han reportado una drástica disminución de su abundancia en aguas del Atlántico Sur.
En Argentina, un estudio reciente que recopila el conocimiento local de pescadores estima que la población de gatopardo podría haber disminuido entre un 60% y un 80% en las últimas décadas. Esta situación responde a una combinación de factores:
La falta de regulaciones efectivas
La escasa información científica disponible
Y una biología sensible, ya que esta especie tiene una reproducción tardía, baja fecundidad y una alta longevidad.

Según Alejo Irigoyen, investigador especializado en la especie:
“La especie está en casi todo el mar a nuestra costa y llega hasta Uruguay, pero en primavera incursiona en zonas como Caleta Valdés, donde las hembras se encuentran en aguas poco profundas para aparearse. Allí quedan especialmente vulnerables a la pesca furtiva, que aprovecha su presencia para capturarlas con facilidad”.
Irigoyen también advierte sobre un contraste importante en las políticas de conservación:
“Los mamíferos marinos están muy protegidos y sus poblaciones aumentan, pero con los tiburones no ocurre lo mismo: su población disminuyó un 60%”.
A pesar de su rol como gran depredador costero, no se conocen ataques graves a humanos. Solo se registraron mordidas no fatales en los años 70, en zonas como Rawson y San Antonio Oeste, que se atribuyeron a esta especie. Estos casos fueron excepcionales y no representan una amenaza para las personas.
Marco normativo y programas de conservación
El Plan de Acción Nacional para la Conservación y el Manejo de Condrictios (tiburones, rayas y quimeras) en la República Argentina –PAN-Tiburones–.
Conclusión
Es importante conocer y proteger esta especie porque cumple un rol esencial como depredador en los ecosistemas marinos, ayudando a mantener el equilibrio de las poblaciones de peces pequeños y otros invertebrados. Su presencia es un indicador de la salud de los hábitats costeros. Además, dada su vulnerabilidad a amenazas como la pesca y la degradación ambiental, su conservación es clave para proteger la biodiversidad marina y garantizar el funcionamiento adecuado de estos ecosistemas.
Investigaciones científicas
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